Mateo: viejo coche…
Amarraditos
Letra de Margarita Duran
Música de Pedro B. Pérez
Vamos amarraditos los
dos,
espumas y terciopelo;
tú con un recrujir de
almidón
y yo serio y
altanero;
la gente nos mira
con envidia por la
calle,
murmuran las vecinas,
los amigos y el
alcalde.
Dicen que no se
estila ya más
ni tu peinetón ni mi
pasador;
dicen que no se
estila ya más
ni tu medallón ni mi
cinturón...
Yo se que se estilan
tus ojazos
y mi orgullo cuando
vas de mi brazo
por el sol y sin
apuro.
Nos espera nuestro cochero
frente a la iglesia mayor,
y a trotecito lento recorremos el paseo.
Yo saludo tocando el
ala
de mi sombrero mejor,
y tu agitas con
donaire tu pañuelo.
No se estila, ya sé
que no se estila,
que me pongas, para
cenar,
jazmines en el
ojal...
Desde luego, parece
juego,
pero no hay nada mejor
que ser un señor
de aquellos que vieron mis abuelos.
Este hermoso vals peruano nos
lleva a los tiempos de los abuelos, donde el coche de caballos es parte
del escenario que la letra pinta con
increíble belleza.
En realidad, tanto la letra como
la música pertenecen a dos argentinos
que obtuvieron con esta obra el primer premio a la canción melódica en el recordado concurso
Odol de la canción año 1963, en esa oportunidad el primer premio a la canción ciudadana fue a: El ultimo café– Tango (Héctor
Stampone/Cátulo Castillo) y el
segundo premio a la canción ciudadana: Cuando era mía mi vieja - Milonga
campera (Juan Bernardo Tiggi/Pascual Mamone)
La argentina ha hecho aportes muy
importante al internacionalmente
reconocido vals criollo peruano, la obra que nos ocupa, “Amarraditos”, y el vals “Que
nadie sepa mi sufrir” compuesta por Ángel Cabral en 1936, con letra de
Enrique Dizeo
El coche de caballos
Fue un vehículo de tracción animal, tiene su
origen en Europa; en España en el siglo XVI fue utilizado por familias de recursos, para movilizarse al
realizar sus actividades sociales, su
incremento motivo a las autoridades a reglamentar su uso.
Sus características eran de de
cuatro ruedas o de dos ruedas, una caja sobre muelles, con dos puertas
laterales y ventanillas vidriadas, en su interior asientos para varias personas
En los países europeos la nobleza
destacaba su condición utilizando estos coches o carrozas, reemplazando las
literas o el uso de caballos
Estos coches originalmente en
Inglaterra se los denominaba Milord y
posteriormente llegaron a Francia como Milord-Cabriolet,
retornando a Inglaterra le fue obsequiado uno a la reina Victoria, que al
adoptarlo lo jerarquizo y comenzó a llamarse como Victoria
En nuestro país el coche de
caballos paso a formar parte del paisaje urbano, como elemento de traslado de
las familias, el médico para atender a sus pacientes, los dolientes de los
muertos en sus traslados a los cementerios y hasta los corsos de barrios se engalanaban con su presencia y
participación carnavalera.
Con el tiempo se lo conoció como coche
de plaza porque aparcaban en las plazas más importantes de Buenos
Aires, como Plaza Congreso, Plaza Miserere, Plaza Flores y otras.
La poesía de Celedonio Flores nos
pinta a un muchacho calavera y su recuerdo por ese coche que lo acompañaba en
sus noches, la excelente interpretación de Angel Vargas nos trae ese mundo del pasado con la emoción
de su canto.
Viejo coche
Tango 1926
Música: Eduardo Pereyra
Letra: Celedonio Flores
Viejo coche, que cuando era
un muchacho calavera
de madrugada ocupé...
Si por pura fantasía
de la milonga salía
y a Palermo me tiré.
Eras nuevo y lustroso
y tu buen caballo brioso
por el centro te lució.
¡Viejo coche, quién diría,
que a la larga rodarías
como también rodé yo!
Te acordás de aquella noche
cochero que me quisiste,
qué contento te pusiste
porque un cariño encontré.
Y aquella otra que apenado
me dijiste: "Vea, niño,
hace un rato su cariño
en otro coche se fue".
De mis pilchas, te pasaba
de aquellas que ya no usaba,
toda ropa de valor.
Si una fija me corría
muchas veces, si podía,
te llevaba un ganador.
Donde quiera que paraba
a tomar te convidaba
a mi lado un copetín.
Yo tenía mucho vento,
vos sabés que eso no es cuento
ni me dejarás mentir.
Y el pasado me ha quedado
como un recuerdo grabado
de mis éxitos de ayer.
¡Pero abierta está la herida
de la leyenda fingida
que me contó esa mujer!
Como vos, viejo cochero,
resignado sólo espero
lo que la suerte dirá.
Esperando que la vida
eche su última partida
para poderla copar.
Ya después en la carpeta,
al llegar la madrugada,
vos estabas de parada
para llevarme a dormir.
Y al tranco de tu caballo,
ya también viejo y cansado,
éramos naipes marcados
en el monte del vivir.
Este coche de caballos con su
carta de ciudadanía argentina también requería de un nombre propio que le diera
verdadera entidad y este llego de la mano de Armando Discepolo, el autor del denominado grotesco criollo, un genero continuador del sainete criollo.
Armando Discepolo, había nacido
en 1887, su padre Santo, un napolitano llegado a
la argentina, traía su profesión de músico y un título obtenido en el Real
Conservatorio de Nápoles, fallecido el padre en 1906 Armando siendo el mayor de
los hermanos tuvo que asumir la responsabilidad de la familia y trabajar para
mantenerla, pero ya imaginaba que su futuro era el teatro, al fallecimiento de la
madre la familia se disperso.
Armando se casa y se hace cargo
de su hermano menor Enrique (el
futuro y gran autor de tangos tan maravillosos)
La primera obra teatral de
Armando se la llevo a Pablo Podestá (José y Pablo eran los Hermanos Podestá, cuya compañía teatral y circense era una de las principales protagonistas del
espectáculo argentino)
Con el tiempo Armando va
desarrollándose como hombre de teatro y Enrique lo comienza a acompañar, las
obras de Armando ya van tomando las características de ese grotesco criollo,
que será su gran creación.
Armando llega a los dramas y las
angustias de los inmigrantes, en sus conventillos y avanza más allá de los
patios donde se realizaban los bailes y las fiestas, para ingresar a la pieza donde
se esconden sus verdaderas desdichas.
En 1923 se estrena su obra Mateo, la que realmente expresa el
grotesco criollo en toda su magnitud.
La figura central es Miguel un
cochero y su caballo Mateo, con el
cual “dialoga” permanentemente. La polémica entre la moral y la angustia para
salir de la pobreza lo coloca frente a la gran decisión, participar en una
acción delictiva o negar el sustento a su familia.
El coche de caballos ya estaba
siendo superado por el automotor y miguel no acepta dejar la actividad frente a los cambios.
La obra es una mezcla de
comicidad y tragedia y muestra descarnadamente las miserias humanas.
La popularidad de la obra de
teatro supero lo imaginado y partir de ese momento el nombre Mateo (el caballo de Miguel) por
extensión se le aplica al coche de caballos
Homero Manzi nos trae desde el
recuerdo este hermoso tango donde coche y cochero conforman una misma realidad:
El pescante
Tango 1934
Música: Sebastián Piana
Letra: Homero Manzi
Yunta oscura trotando en la noche.
Latigazo de alarde burlón.
Compadreando de gris sobre el coche
por las piedras de Constitución.
En la zurda amarrada la rienda,
amansó al colorao redomón.
Y, como él, se amansaron cien prendas
bajo el freno de su pretensión.
¡Vamos!...
cargao con sombra y recuerdo.
¡Vamos!...
atravesando el pasado.
¡Vamos!...
al son de tu tranco lerdo
¡Vamos!...
camino al tiempo olvidado.
Vamos por viejas rutinas,
tal vez de una esquina
nos llame René.
Vamos que en sus aventuras
viví una locura
de amor y Suisse.
Tungo flaco tranqueando en la tarde
sin aliento al chirlazo cansao.
Fracasado en su último alarde
bajo el sol de la calle Callao.
Despintado el alón del sombrero
ya ni silba la vieja canción,
pues no quedan ni amor ni viajeros
para el coche de su corazón.
Ya los adelantos tecnológicos habían Incorporado nuevos
medios de transporte, el tranvía a caballo, el automóvil de alquiler (el taxi)
van desechando el uso del Mateo que prácticamente tiende a desaparecer, esta
decadencia era un hecho irreversible.
Se fue Mateo
Tango
Música: Antonio De Bassi
Letra: Alfredo Bertonasco
¿Te acordás de las mujeres
que paseaste por Florida
con la capota corrida,
para lucirlas mejor?
¿Te acordás, por Pellegrini,
la pebeta que llevaste,
los piropos que escuchaste
de las parejas de amor?...
¡Mateo!
te gritó la purretada,
mientras la bestia agobiada,
siente tu mismo dolor.
¡Mateo!
te gritan de cualquier parte.
Y vos tenés que ladearte
para dar paso al motor...
Y es por eso que Mateo
piensa ahora, con tristeza,
si al regresar a su pieza
no encontrará qué comer...
En cambio, hallará una carta,
que dejó su hija Consuelo,
que anoche levantó vuelo
con su vecino el chofer...
El mateo fue quedando en el
olvido, se prohibió la tracción a sangre y prácticamente fue la carta de
defunción del mismo, solo el recuerdo y las tradiciones han permitido alguna
continuidad que se expresa solamente desde lo turístico
Los primeros versos de este tango
ya nos van mostrando el destino de ese viejo cochero atado a su viejo coche de plaza y un final triste para
esa identidad:
Viejo cochero
Tango
Música: Eduardo Bonessi
Letra: Horacio Sanguinetti
Unidos por las
riendas del destino
como una sombra
lentamente pasa,
va trotando por la
senda del olvido
como atado a tu viejo
coche de plaza.
Cochero que te alejas de este mundo
envuelto en sombras y enlutado de dolor,
ya no se oye tu trote vagabundo
por las calles de la vida sin amor.
Mateo, apartáte de la vía
y dejá paso al progreso,
hoy te grita la ciudad.
Mateo, casi histórico cochero
yo recuerdo tus paseos
al hermoso Rosedal.
Mateo, encorvado por los años
yo te vi monologando
a solas con tu pesar.
Por eso cuando así, triste, te veo
yo también quiero, Mateo, llorar.
Anoche le llovía tu capota
lo mismo que a tu alma tan cansada,
por su tela negra de hule, vieja y rota,
le goteaban las mil noches mal pasadas.
Sentado en el pescante de tu coche,
tenías frío y muchas ganas de dormir,
esperando levantar un triste viaje
no soñabas que te ibas a morir.
De la pluma de Enrique Cadicamo nos llega en tango aquel
pasado florido con sus recuerdos frente al cambio y no podía estar ausente
nuestro viejo coche en las alegres noches de la juventud:
Pasado florido
Tango
Música: Enrique Cadícamo
Letra: Enrique Cadícamo
Buenos Aires, has cambiado como yo cambié de a poco.
Soy del tiempo de tus focos, los primeros que hubo a gas.
Yo bailé en Rodríguez Peña, con la orquesta de los Greco
y hasta aquí me llega el eco y me enciende su compás...
Yo me acuerdo del T.V.O., de la calle Montes de Oca,
de un café que había en La Boca, donde Arolas empezó.
Y de Andrade, buen amigo, que en un baile lo mataron...
¡Esas cosas ya pasaron pero tienen su emoción!
De aquel pasado florido
de mil novecientos once,
viene el recuerdo querido
en ancas de aquel entonces...
La noche cuando Manolo
me provocó con los Vieyra
y como yo estaba solo
no quise hacerme el Moreyra.
Si hubiese vivido Andrade no queda ni uno, esa vez.
Cuántas noches nos largamos con Cielito y con Ceballos
en los coches de caballos, por tus calles a pasear...
Y una vez, cuando entre copas, por hacer un chiste de antes
fui a sentarme en el pescante y me puse a manejar...
Buenos Aires de Fray Mocho y de Caras y Caretas
en tus plazas sin retretas, hoy me pongo a suspirar...
Y al mirar como has cambiado, mi Buenos Aires querido
por aquello que he vivido, siento ganas de llorar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario